Posesión


Pablo Cingolani

La montaña sobrecoge.

Escuchar el inmemorial silencio que la habita es acceder a un mundo de asperezas, de hostilidades, de acechanzas tan entrañables y del cual es tan arduo regresar que uno cede, va cediendo, al hechizo y deja, va dejando, que la piedra que forja a la piedra, la piedra más eterna, que fragua el corazón de la montaña, te penetre, ingrese tan adentro tuyo que ya nunca más puede abandonarte

Y vas, vas con ese blindaje geológico, estético, espiritual, ese andamiaje de la elevación, de la mística que se eleva, vuela, sin desmayo, vas, vas, vas sabiendo, sintiendo que la montaña es ese ardor en los labios que siempre precipita la sed, la búsqueda por saciarla, el empecinamiento, el combate, la ilusión, el hallazgo, la pasión que se encauza, se fortalece ladera abajo, se vuelve cada vez más brava, más viva, más riesgosa, se torna imparable, colmada de fervor y de encanto

Es la piedra, es la montaña, la potencia que maravilla lo áspero y lo hostil y lo transforma en algo tan amable que intentar describirlo es arañarlo, es lamer el viento, es arena que se escurre de tus manos, es el recuerdo de un brillo

La montaña sobrecoge.

Y ese sentimiento debes vivirlo, respirarlo, dejarlo entrar. Si no es así, jamás sabrás que se siente saberte poseído por eso que desmiente la pequeñez, lo fútil, lo absurdo de tantas estrecheces que acosan la mirada, el aliento, el destino

Si no es así, nunca sentirás eso que vibra inmóvil cuando tras que todos los celajes revientan y la belleza se esparce en gotas de magia que inoculan travesías y deseos, eso que se agita enmudeciéndote estallaen esa hora nona donde los duendes despiertan a las lagartijas y juntos cortejan peñascos y abismos

La serena majestad de la montaña no está solo allí para conmoverte: esta allí para arrasar, como un huayco rebelde y redentor, ese desatinado espejo, ese frenesí sin pausa, ese cinismo que ya no ceja y demuele, va demoliendo, todos los iconos y todas las certezas

Si la perdiste, si la has olvidado, si te empecinas y no la encuentras, si alguien, muchos, buscan ocultártela, la montaña te la brinda, la montaña te la entrega victoriosa, limpia, luminosa. Al alba, la noche se exilia con todas las dudas. Amanece. La montaña, generosa, te devuelve la fe.


Pablo Cingolani
Río Abajo, 20 de octubre de 2017

Fotografía: Lorena Ledesma (Cerro El Padre, El Roble, San Fabián)

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