Sainetes de hoy, tragedias de ayer (3)

Roberto Burgos Cantor

Ante la monstruosa anomalía y su desgraciado despojo de humanidad, bienes, mujeres, niños, planeta, medio ambiente, ¿qué tenemos para oponer?
Una oposición que restablezca la vocación de vivir, el orgullo por la realización virtuosa, la alegría de compartir, de enamorar, de cantar, de encontrar otra vez un sentido a los fugaces o demorados días del mundo.
Un periodismo temerario y valiente destapa las disimuladas cañerías de una sociedad cegada por la acumulación de porquerías. De tanto correr la espesa sustancia, de empapar todo, fue sustituyendo cuánto de ilusión religiosa, política, económica, guardaba la sociedad como reserva. Los miserables aprendieron de los pobres, los pobres de los ricos, y los ricos de su vacía ambición. ¿Qué se aprende? ¿Qué se imita? Que no hay regla cuando de acumular fácil se trata.
Es curioso que un mismo momento las desmesuras románticas que atravesaban las selvas desde Robin Hood hasta Guevara, coincidieron con las pragmáticas de un Midas que tocaba la hoja o la pasta y se convertía en bultos de billete. Midas le mostró al romántico la realidad, el poder del dinero y lo convenció que era el cimiento de las ideas.
En tanto, pagaba su cupo en el club arruinado de los viejos orientadores de rutas en círculo para la sociedad. ¿Quién sabe si por aquí iba la metáfora de Alfonso López Michelsen cuando, antes de ponerse a gobernar, pidió a los viejos del club que no se le atravesaran?
Anotar circunstancias, pescar olvidos del pasado, es proponer asuntos para un entendimiento. Pero, no será la historia quien arroje redes de rescate al colosal desmadre en el cual preservamos la terquedad, o el cinismo, de continuar vivos. Lo advirtió Steiner: el pensamiento es triste. ¿De manera que la vieja razón toca el sentimiento?
El asunto es tan complicado que dos científicos socorren con su sabiduría lo que en tiempos de mediana bonanza ¿los hubo? eran asuntos de policías, jueces, leyes.
Don Moisés Wasserman recordó a Lombrosso. El físico identifica al criminal. Y las aplicaciones hoy. Concluye: seguiremos teniendo libre albedrío y responsabilidad plena sobre nuestros actos.
Remberto Burgos de la Espriella, muestra como el acto malvado afecta al cerebro y lo predispone al mal.

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